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22022021
La amalgama que supone esa asociación entre memoria y fotografía no es, of course, algo que inventara Blade Runner. La capacidad evocadora que tiene la fotografía para hacernos recordar es algo intrínseco a su existencia desde sus inicios. Fragmentos de realidad atrapados en un formato limitado cuya efectividad para trasladarnos al momento vivido sigue siendo apabullante, incluso más que un vídeo doméstico, que en teoría debería de ser un atajo más efectivo a nuestra memoria por su condición de continuidad y movimiento. Pero no. La capacidad que una única fotografía tiene para transmitir a nuestro cerebro información y despertar en nosotros emociones sigue siendo imbatible. En un vídeo ves la acción y nuestra mente se centra en ello, pero con una foto el recuerdo se proyecta en nuestro cerebro y se puede revivir con los cinco sentidos, e incluso magnificar, que es algo que acaba pasando con el paso del tiempo…
12022021
Para muchos de los que hemos tocado aun la fotografía analógica, procesar todo lo que ha supuesto el convulso camino hasta esta era digital, extenuante en muchos aspectos, nos ha dejado un sabor de boca un tanto agridulce. Dulce, sin duda, por todas las posibilidades creativas que la tecnología ha traído consigo, y amargo, también, porque tal y como, hace ya 5 años, definió el fotógrafo Siqui Sánchez en aquel legendario cabreo, Apoteosis de la Mierdografía, cuando una actividad artesanal (porque eso éramos los fotógrafos: artesanos de la imagen) pasa a convertirse en un producto fast food, la esencia de ese acto artesano acaba siendo engullida por la banalización y la ausencia de esa complejidad intelectual en el discurso, necesaria esta, en cualquier proceso creativo o artístico.